viernes, 19 de enero de 2018

La muerte del padre o Mi lucha: 1, de Karl Ove Knausgård

1.
Hace mucho venía queriendo leer este libro. Me lo recomendaron muchos amigos criteriosos. Lo que sabía era más o menos esto: un escritor escandinavo de mediana edad está haciendo su autobiografía en varios tomos en base a nada, a una vida anodina de escritor, que no era exitoso hasta la aparición de esta saga. Lleva escritos seis gruesos tomos (creo que se piensa quedar ahí). Y el chiste que remata la cosa es que el título de la saga es Mi lucha, como el libro de Hitler. Es bueno el chiste. La muerte del padre es el título que le puso Anagrama a este primer tomo porque era mucho para ellos poner en tapa Mi lucha: 1, así sin más, que es el título original (en noruego, Min Kamp, Forste Bok).

2.
Sin embargo el título en español no está mal puesto: la novela, que se puede leer perfectamente como un todo autoconclusivo, trata de la relación de Karl Ove con su padre, y de la muerte del mismo. Y de muchas otras cosas más, pero sobre todo de eso. ¿Y por qué está buena? Para empezar, no está tan buena. No me voló la peluca. La novela tiene principalmente dos tiempos de la narración: el presente o la adultez de Karl Ove, y la infancia evocada. En realidad, la infancia, la adolescencia, la juventud, varias etapas de la vida de Karl Ove, evocadas en la tradición de Marcelito Proust, a quien sigo sin haber leído. Pero la que me emboló fue la infancia. Esperaba que se terminara rápido para que siguiera la parte divertida (es una forma de decir): la del adulto oscuro y medio mal padre mal marido mal todo que vive con las consecuencias de ser el hijo de su padre, un mal padre. El libro a su vez está dividido en dos partes. La segunda parte comienza con la noticia de la muerte del quetejedi, y sigue más o menos linealmente los preparativos para el entierro: el viaje de Karl Ove y su hermano a la ciudad natal, la limpieza palmo a palmo de una casa arrasada por el enquistamiento de un alcohólico como rito de depuración, el encuentro con la abuela senil y algo siniestra. Con la parte de la limpieza Karl Ove entra triunfal en la raza de los escritores que ponen muchos nombres de marcas en sus libros, como Houellebecq, su amigo publicista Beigbeder, y el mejor de todos en la lisa, Bret Easton Ellis. No sabía que el Cif era universalmente Cif. Qué producto más noble.

3.
Bueno, no está 100% buena, decía, pero sí está un, pongámosle, 78% buena, la novela. El tono a la vez minimalista e intimista del relato, de drama cotidiano, que al principio resulta un poco parsimonioso, después se vuelve código y el libro se lee no diría que rápido tipo droga, pero si a paso firme y de a muchas páginas por vez. Es interesante ir descubriendo los distintos Karl Ove que se van entrelazando en el relato según la edad que tiene el protagonista en cada momento (aunque el presente de la enunciación es uno solo, el del Karl Ove cuarentón, que escribe en 2008, tiene tres hijos, está casado en segundas nupcias, y tiene varios libros escritos de los que nada sabremos ni en el libro ni probablemente nunca más). Y sobre todo, tiene algunos momentos brillantes, más bien periféricos al relato, en los que reflexiona sobre cosas cualquieras con un grado de profundidad jodido: últimamente me surgió un par de veces aportar en una conversación algo que "no me acuerdo dónde lo leí" y al final era acá, en este libro generalista que se llama Mi Lucha Primera Parte. Me dijo Erwin que el dos está buenísimo, el tres muy aburrido, el cuatro levanta, el cinco buenísimo y el seis no sabemos aún. Se verá.

Está medio fuerte Karl Ove.

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