martes, 14 de septiembre de 2010

El Golem, de Gustav Meyrink

1.
...poco a poco comencé a asustarme de por qué no me asustaba cuando a través de los muros llegó hasta mis oídos claramente el ruido de unos pasos contenidos.
Hace mucho tiempo, cuando la inundación, me llevé de la biblioteca El Golem, de Gustav Meyrink, y lo puse en mi estante y lo dejé ahí, sin la intención real de leerlo nunca. Sabía del libro dos cosas: que era linda la edición (de esas a cuadritos blancos y negros de Tusquets, aunque toda mocha por el agua), y que era de 1915 (por la contratapa). Después resultó que en el taller de Maru Kogan empecé a escribir algo que en un determinado momento se inclinó hacia el tema del judaísmo mágico. Entonces me acordé de este libro y me pareció que lo podía leer, para no mandar tanta fruta en mi cuento.

2. La primera sorpresa que me llevé es que a pesar del título, no se trata del legendario monstruo judío jasídico medieval. Les cuento, ya que estamos. De la Enciclopedia de la historia y la cultura del pueblo judío (Ed. Carta, Jerusalén):
MAHARAL de Praga (1525-1609), apelativo del rabino Iehudá Leib ben Betzalel (...) El MAHARAL fue un líder venerado del judaísmo ashkenazí. La leyenda popular lo recuerda como un luchador contra los enemigos de los judíos y sus calumnias. Se cuenta que para ello creó un gólem (muñerco con forma humana) de arcilla al que infundía vida colocando en su boca un amuleto con el nombre de Dios. El gólem cumplía todas sus órdenes hasta que una noche el MAHARAL olvidó retirar el amuleto de su boca y el gólem se rebeló contra su creador e hizo estragos en la ciudad, por lo que fue destruido.
Alguna vez en la época de la primaria me contaron la historia del Golem, pero con una variante: la forma de prender el muñeco de arcilla era distinta. En lugar de ponerle un amuleto en la boca, tras unos conjuros se le escribía en la frente la palabra EMET ("verdad", en hebreo). Para apagarlo, se borraba la primera E, con lo que queda la paabra MET ("muerto"). En esa versión, que ahora me suena haberla visto en televisión, el rabino borraba la E porque el Golem mataba algún inocente: al desaparecer la E, el monstruo se volvía arena, y la arena tapaba al rabino que se moría ahogado. Cabe aclarar que lo que se borra no es una E, porque se escribe en hebreo. La palabra EMET se escribe con tres letras (porque el hebreo escrito omite las vocales. En el caso de EMET: una ALEF que es como una hache, una MEM y una TAF) y la palabra MET, con dos. Hago esta aclaración porque obviamente todo el asunto del Golem, por época y lugar, está relacionado con la Cabalá, que se basa en el conocimiento místico del significado numerológico de las palabras hebreas.

3. Decía que en El Golem de Meyrink la leyenda del golem de Praga aparece y atraviesa toda la novela pero como una excusa para hacer literatura fantástica y simbolista con un sentido diferente al que yo hubiera esperado encontrar. Yo esperaba encontrar el Frankenstein judío, pero no. Hay esoterosimo, budismo, judaísmo, miedo a lo desconocido y a la locura, personajes que encarnan el bien y el mal y damicelas en peligro. Meyrink es, según la biografía en la solapa, corresponsal de Kafka: hay algo de eso que está muy claro cuando aparecen los canas, el banco, pero sobretodo la cárcel.
"Bueno, así que ya estamos de acuerdo, señor - Pernath, sí, Pernath. Sí, sí." - El comisario me alargó ambas manos con un impulso de asombrosa amabilidad, como si hubiera recibido la noticia más feliz del mundo, e hizo unos grotescos esfuerzos por poner cara de buena persona.
También hay travestis. Hay judíos buenos que parecen Gandalf y judíos malos que parecen Gollum. Y hay mucha mucha reflexión filosófica; ese tipo de reflexión sobre el hombre que después del Holocausto no se hace más así. Me fascinan los libros de temática judía que fueron escritos en Europa antes del Holocausto: es como que no puedo creer que no sepan lo que va a pasar. Como con la mujer ésta Nemirovsky, que también escribe sobre judíos durante la primera mitad del siglo XX. Ninguno de los dos tiene pudor en utilizar los arquetipos antisemitas del judío, siendo judíos. Es una reflexión para hacer en extenso en otro momento.

4. La novela va de esto: el progonista sueña algo muy extraño, algo acerca de una piedra con grasa (rarísimo y medio asquete). Se despierta en una confusión mental propia de una afasia. Encuentra un sombrero en el que hay una etiqueta con el nombre Athanasius Pernath. Entonces, es Athanasius Pernath. Vive en el ghetto de Praga, en una casa inmunda con personajes inmundos. Es orfebre. Una historia de intrigas y venganzas se entreteje a su alrededor, mientras él cada tanto la flashea mal con el Golem, una especie de doble suyo con cara de chino que no habla. La re flashea un montón. La historia de intrigas y el flash se van mezclando. Después hay una parte re Dr Manhattan, después hay una parte re wanna be Kafka, y al final hay un final de esos que no se deben usar nunca (tipo Lost) y que sin embargo está muy bien.

5. Muy interesante la biografía de Gusta. De pebete tenía esta cara, mirá:



5. Conclusiones: La novela me gustó mucho. Hay cosas que subrayé por lo bien que estaban escritas o lo mucho que me gustó la traducción, en realidad. La novela es en alemán (en Wikipedia dice que Borges decía haber aprendido alemán leyendo esta novela en idioma original, ayudado de un diccionario). (Borges tiene un poema que se llama "El Golem", en El otro, el mismo). (Borges, el cegato). Algo que no me pasaba hace bastantes libros: es una novela que sé que le puede llegar a gustar a ciertas personas en particular (Mer y Magda) y por motivos diferentes. Es decir que es una novela que te permite decirle a alguien en particular "te tengo que prestar un libro que estoy leyendo que a vos te va a re gustar". Es casi una característica superior a la de libro para recomendarle a todo el mundo.

6.
- No hay kitsch, como dicen los pintores, suficientemente infame que no arranque lágrimas de la muchedumbre, mendaz hasta la médula, - ¡y que no le llegue al corazón! ¿Cree que, de no ser así, no se habría acabado con todos los teatros hace ya mucho tiempo? Se reconoce al populacho por su sentimentalismo. Miles de pobres diablos pueden morirse de hambre y nadie llora, pero si a un viejo cabestro pintarrajeado, disfrazado de menegilda, le dan vueltas los ojos en escena, entonces los espectadores lloran como becerros.

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